La nueva normalidad laboral.

Muchas empresas y negocios no estaban preparados para enfrentar un escenario como este, sin embargo, hemos aprendido a adaptarnos rápidamente, a pesar de no tener un plan de emergencia.

Disruptive Labs

Con la sorpresiva llegada del Coronavirus (COVID-19) a México y las medidas preventivas que se tomaron de las experiencias vividas en otros países, todo parecía apuntar a un inminente confinamiento generalizado de nuestra población, sin embargo, no todas las empresas estaban listas para afrontar un tema como éste, desde empresas con poco o nulo uso de la tecnología como sistema de comunicación interna o externa, hasta modelos de negocio y empleos que requerían presencia física forzosa.

Recordemos, que nuestro escenario a principios de año era que la mayoría de los negocios apenas estaban empezando a considerar la transición de iniciar a vender productos en línea, y en peores situaciones, apenas exploraban la idea de tener una página web o usar redes sociales como método de ventas y publicidad.

Por otro lado, la industria del ride hailing y el delivery, comenzaban a ser normales en nuestras vidas, con todo y protestas de taxistas que sentían que les quitaban a los clientes, y el escepticismo de no imaginar quien iba a querer pagar porque le trajeran comida, súper o hasta dulces de una tienda, a la que uno mismo podía ir.

Pero el día llegó, se hizo el anuncio oficial del confinamiento “sugerido” y las empresas tuvieron que decidir, entre adaptarse a este nuevo panorama del home office o parar su actividad indefinidamente. La elección parece obvia, pero ni las empresas estaban preparadas para entender este modelo de trabajo, ni los empleados estaban conscientes de que no eran vacaciones pagadas. Por todos lados recomendaban cosas como: las 10 mejores series de Netflix, los libros que debes leer durante la cuarentena y más de ese tipo de recomendaciones, como si de un campamento de veranos se tratara. Y esto distorsionó en muchos niveles la confianza para tomar esta opción laboral.

Sin embargo, al enfrentarnos a este nuevo sistema de trabajo, nos dimos cuenta de muchas cosas, las empresas carecían de protocolos para una emergencia de este tipo, los empleados, ni siquiera tenían un área asignada en sus propias casas para trabajar remotamente. En las escuelas, los profesores no usaban tecnología para tareas y enseñanza, no contaban con entrenamiento ni plataformas que les permitieran mantener la comunicación con sus grupos y, los alumnos, con sus profesores. Tiendas departamentales que ya contaban con ventas en línea, fueron rebasadas por la demanda creciente de ávidos compradores.

Pero como decía Séneca, “La adversidad es ocasión de virtud”, con este forzoso enfrentamiento a la realidad presente, hemos aprendido estar al día con herramientas tecnológicas, a mejorar la comunicación social y laboral a distancia, a establecer horarios laborales y de familia, a entender que podemos ser una mejor sociedad si acatamos las recomendaciones de los expertos, a incrementar nuestro juicio y sentido común. Las consecuencias de esta pandemia tendrá efectos importantes en nuestra vida diaria, incluso cuando ya no sea un problema vigente, tal vez pronto se encuentre una vacuna o un tratamiento efectivo que nos libere de este virus, pero la enseñanza y experiencia adquirida no será superada en mucho tiempo, tengo la esperanza de que hayamos aprendido algo de este encierro, a estar preparados para cualquier emergencia futura, a respetar nuestro entorno físico y social, a estar actualizados en temas de tecnología, comunicación y educación. Pero que sobre todo, nos permita aprender a valorar nuestra libertad y nuestra gran capacidad de adaptarnos a los peores escenarios.

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Colaboración elaborada por José Enrique Pérez, miembro del equipo de Disruptive Labs